Desde que comencé a mostrar interés por el gran mundo de los negocios, he escuchado a muchas personas teorizar acerca de lo que para ellas supone ser un gran jefe o director. La mayoría de los argumentos que esgrimían muchas de esas personas tenían que ver con cuestiones de eficacia, eficiencia o rentabilidad, algo lógico si tenemos en cuenta que la supervivencia económica es de una importancia capital para mantener con vida un negocio.
Sin embargo, muy pocas veces he escuchado a gente argumentar que, para ser el mejor jefe o director, es necesario mantener protegidos a todos los trabajadores de la empresa. Sin menospreciar lo que comentaba en el primer párrafo, garantizar la seguridad y la integridad física de los empleados me parece la cualidad más importante que debe tener el dirigente de cualquier empresa.
Con esta premisa por bandera me lancé a abrir mi propio negocio, un taller de reparación de vehículos que, si bien se trataba de un negocio de pequeñas dimensiones, podría darme una serie de beneficios muy interesantes debido a que en el municipio en el que resido no hay nadie que se encargue ese nicho de mercado. Contraté a un par de mecánicos a los que conocía desde hacía algún tiempo y, desde el momento en el que la empresa echó a andar, establecí una serie de normas de seguridad que deberían ser cumplidas en todo momento.
Dichas normas de seguridad pasaban por vestir un calzado de seguridad, guantes, gafas de protección y demás ropa de trabajo y taller. Yo mismo me iba a encargar de proporcionarle a cada empleado su kit con todos estos elementos, pero primero tenía que encontrar el lugar perfecto en el que poder adquirirlos, algo que me preocupaba pero que confiaba en resolver lo más pronto posible.
Después de acudir a varias tiendas especializadas y de visitar algunas páginas web, decidí que la mejor opción era la que me proporcionaba Maor Ferretería, una entidad que también ponía ante mis ojos una buena oferta en lo concerniente a vestuario laboral y de herramientas necesarias como esta linterna recargable profesional de usb. Gracias a esa entidad podría adquirir todos los elementos que deseaba encontrar y a un precio que no me haría desembolsar una gran cantidad de dinero.
El servicio resultó perfecto y, en apenas unos días, tenía preparados para mis nuevos empleados los diferentes elementos de seguridad con los que quería garantizar su protección. Siempre había apostado por conseguir esa seguridad y, ahora que me encontraba en franca disposición de proporcionarla, no iba a traicionar mis ideales.
Apostando por el bien de nuestros empleados
Desde el primer momento mis empleados se mostraron muy contentos al poder contar con los mejores elementos de seguridad. Nunca se sabe cuándo puede surgir un problema y de qué tipo puede ser, por tanto, contar con los objetos adecuados puede suponer la diferencia entre un susto y una lesión grave o, más importante aún, entre la vida y la muerte. Eso lo saben mis mecánicos y este es el principal motivo por el cual siempre se han mostrado agradecidos conmigo.
Aunque de momento no hemos sufrido un contratiempo de ninguna importancia en el taller, hacemos bueno ese refrán que asegura que es mejor prevenir que curar. Desde la Dirección de las empresas tenemos que apostar por mantener el capital humano que nos permite desarrollar nuestra actividad y, por tanto, obtener beneficios. Sin ello, regresaremos a ciertos tiempos en los que los empresarios éramos vistos, y no sin razón, como crueles villanos a los que sus trabajadores les importaban bien poco.
En otras palabras, el progreso ha llegado para instalarse y es ese progreso, disfrazado de leyes o reglamentos, el que nos exige seguridad y protección ante cualquier problema. Cumplir con ello es nuestra obligación y la mejor manera de demostrar que nos importan nuestros trabajadores, su bienestar y que se sientan contentos y felices en una empresa como la que nos encargamos de sacar adelante.