A veces los pequeños negocios dan vida a otros negocios más pequeños. En el mercado empresarial ocurre como en la vida. Hay algunos que se dedican a una actividad central digamos más central, mientras que existen pequeñas empresas satélite cuya labor principal es dar soporte y contribuir a que la fabricación de otros productos sea correcta. Hay muchos ejemplos. Una fábrica de cuerdas, por ejemplo, da cobertura a un montón de pequeñas y grandes empresas que precisan de su producto para terminar la manufactura o para cualquier otro tipo de actividad. La cuerda, en este caso es la materia prima, o una de ellas, en el otro negocio, que no podría seguir adelante si se paralizase su “empresa satélite”, por denominarla de alguna manera, la fábrica de cuerdas.
Por norma general no somos conscientes del proceso de fabricación que suele llevarse a cabo para llegar al producto final, el que adquirimos. Nuestra sociedad consumista y mercantilista nos ha hecho percatarnos muy bien de cuál es y qué características tiene el producto último, pero sus mecanismos son los mismos que ocultan (o tienden a hacerlo) esos procesos de fabricación de los que hablábamos. Una buena forma de visualizarlos y de percatarse de ellos, aunque suene a anticuada y desgastada, es ponerse las películas de Charles Chaplin, un cineasta fundamentalmente político, tras cuyas ideas y sus actuaciones cómicas siempre existía un componente político y contra la alienación.
Hoy en día, alejados ya esos tiempos del gran Charlot, es muy difícil conocer los procesos internos de ensamblaje, fabricación, mezcla o cualquier otra actividad intermedia en la consecución un producto final. Todos sabemos que están ahí, que para llegar a la tienda, el producto en cuestión necesita ser fabricado y para ello precisa de la materia prima y la mano de obra; sin embargo, más allá de eso, ni los conocemos ni tampoco es que hagamos un esfuerzo por llegar a saber de esta cadena.
Uno de estos productos que más se suelen utilizar en otras empresas y comercias es la cuerda. De todos tipos. La cordelería es un elemento primordial tanto para la gran empresa como para el pequeño comerciante. Ambos, por ejemplo, están sujetos a los plazos de las casas distribuidoras en cuanto a las devoluciones, entre otras cosas. Y esas devoluciones se anudan con cuerda. Es solo un ejemplo del uso de la cuerda en dos tipos antagónicos de empresa, pero hay muchos más. Como tipos de cordelería distintos.
Para todo tipo de tareas, las cuerdas se pueden encargar en distintos materiales, resistencias, trenzados y demás características. Cuando hablamos de “cuerda” lo hacemos de una forma demasiado genérica y aséptica, pero una vez que nos vemos inmersos en la compra de cuerda para una determinada actividad, nos podremos percatar de que el mundo de la cuerda es tan amplio como podamos llegar a imaginar. Partiendo, por ejemplo, de la primera división, quizás la más importante, entre cuerdas de fibra natural (cáñamo, algodón o esparto, entre otras) o materiales sintéticos (poliéster, nylon, sedal o las denominadas cintas de persiana, por poner algunos ejemplos).
Aunque si lo desconocemos pueda parecer raro, existen establecimientos dedicados únicamente a la cuerda como material principal. Se trata de las fábricas de cuerda, como Cuerdas Valero, que acumulan años de experiencia al servicio de otras empresas a través de su principal producto. La cuerda lleva años sirviendo al propósito de negocios de todo tipo. Y seguirá haciéndolo. Ya se precise un material duro y resistente, que permita el atado para transportar grandes volúmenes de peso, o por el contrario, una cuerda que simplemente tenga la función de conjuntar varios elementos, aunque luego su transporte sea sencillo y no precise de grandes esfuerzos. En todo el espectro de casos, la cuerda es una herramienta primordial que ofrece un servicio silencioso del que casi nunca solemos percatarnos. Hasta que no disponemos de ello. Que pregunten si no, por ejemplo, al repartidor de prensa que una madrugada se haya quedado sin cuerda con la que atar los paquetes de diarios para poder lanzarlos en el cajón del punto de venta de una forma más cómoda. En muchas ocasiones, la cuerda es el epicentro silencioso del proceso. Y también del progreso.