Si estás pensando en reformar o pintar tu nueva oficina o para que vuelva a parecer recién estrenada, desde aquí te recomendamos que lo hagas llamando a un profesional, como son los trabajadores de la empresa Mi Pintor, en Barcelona.
Y es que os cuento mi caso. Movida por el auge ese que parece que tenemos ahora todos los españoles de hacerlo todo por nuestra cuenta, asalté también la tienda de bricolaje que hay cerca de mi casa, y me compré todo lo que creía que era necesario para pintar la oficina que uso como despacho de abogados, aquí, en Barcelona.
El resultado fue terrible, pero lo peor no fue eso, sino el proceso. Lo mío era el gotelé. Deseaba con todas mis fuerzas deshacerme de él desde que había comprado la oficina. Por aquel entonces pagar la hipoteca del despacho era ya demasiado para mí, así no se me pasó por la cabeza taparlo y simplemente lo pinté para que pareciese a estrenar. Pero debo reconocer que cada vez que lo veía me enfadaba yo sola de lo mucho que lo aborrecía.
Entonces este verano, coincidiendo con las vacaciones decidí ponerme manos a la obra. Y si os soy sincera… no pasé de más de una habitación. Y ni siquiera la terminé tampoco…
El caso, como os decía, es que me planté en un almacén de bricolaje y compré de todo, desde la pasta para tapar el gotelé hasta los colores de pintura para echar después. Me hice también con los plásticos para tapar, con el cartón, la cinta de carrocero para pegar y envolver todo, los rodillos, los palos extensibles… Tenía de todo, venía súper preparada y llevaba también conmigo una ropa vieja para no mancharme.
Me las prometía muy felices. Pensaba que al ser apenas tres habitaciones no tendría mucho trabajo y que lo haría en un par de días… El primer día he de reconocer que me lo pasé entero simplemente moviendo los pesados muebles de una habitación para la otra y luego empapelando todo. Acabé con una lumbalgia tremenda y no volví hasta la semana siguiente. Ya había consumido un cuarto de las vacaciones, el tiempo que permanecía el despacho cerrado a los clientes.
La siguiente vez que regresé me decidí a raspar el gotelé. Muy cansado, me dolían los brazos y tenía agujetas por todas partes, pero no se me dio especialmente mal, a excepción claro está de todo el polvo que monté y que se fue para las habitaciones que yo consideraba limpias porque al no ser profesional no se me ocurrió poner un plástico en la puerta para que no saliese el polvo mientras esta estaba abierta.
Al siguiente día comencé con las pasta para allanar las paredes. Suele haber que dar al menos dos manos y yo me agoté a la primera. Por las paredes más o menos lo fui llevando bien, pero desistí de mis labores cuando llegué al techo. Fui incapaz de dejarlo llano y sin hacer pequeñas ondulaciones. Y lo que es peor, me enfadada por momentos porque se me iba cayendo la pasta sobre el pelo cada dos por tres.
En ese momento fue cuando vi que al ritmo que llevaba necesitaba todo el mes de vacaciones para una sola habitación y ni siquiera estaba para nada segura de que quedase del todo bien, así que me decanté por llamar a un profesional y pregunté a unos amigos, que me recomendaron encarecidamente que me pusiese en contacto con la empresa Mi Pintor, en Barcelona. La verdad es que ellos no solamente se encargaron de dejarlo todo bien y a mi gusto, sino que solucionaron el desastre que yo sola había montado.
Al final, perdí todo el dinero que había invertido en comprar mis chorradas, ya que ellos, por supuesto, venían con su material de profesional, y perdí también el tiempo que dediqué a algo que debía haberme dado cuenta desde el principio que iba a quedar mal…
En definitiva, lección aprendida: zapatero a tus zapatos. Y espero que este consejo os sirva también a vosotros.